Piensa en un momento en que finalizaste un contrato laboral (elegido o no), en el que se terminó una relación o vínculo con una persona, cuando te mudaste de casa o lugar de residencia, cuando te deshiciste o perdiste un objeto de valor para ti, cuando decidiste cambiar un hábito o dejaste ir un proyecto o sueño. Es decir, la realidad que vivías tal y como la vivías, cambió.
Ahora piensa en las veces que no dejaste ir o no finalizaste algo (lo que sea) para evitar el coste emocional que suponía hacerlo.
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